...NADA, CONCLUÍ...

Salí de clases pensando que tanto llegaría a costarme olvidarte. Entré al baño, apenas cerré la puerta, miré en el espejo al incontrolable solitario que me invadía. Pude notar esa inaptitud innata que suelo sentir al reflejarme. Miré a mí alrededor y me vi solo, cerré los ojos y lo parecía aún más, opté por abrirlos entre angustia y desesperanza, pero solo las lágrimas pudieron distinguirlo del deshago. Mojé mi cara pensando que el refrescarme cambiaría un tanto mi parecer, pero solo no quise mirarme. Casi automáticamente me encontraba bajando rápido las escaleras escuchando música. No tardé en llegar al parque Bustamante y tirarme en el pasto a solo taparme la cara con los brazos. Me mantuve mucho tiempo pensando y fantaseando en esa lúgubre y melancólica sensación. En algún momento cedí a abrir los ojos lentamente. Apenas lo hice tuve la dicha, por primera vez, de reconocer entre el pasto a esa plantita a la cual le adjudican suerte, de esas que son pocas en su especie y que extrañamente tienen 4 hojas. Mi asombro al verla fue como de cabro chico abriendo regalos navideños. Pensé en lo extraño que podía parecerme que me sucediera a mí en ese momento. Fue inevitable contemplarla por largos minutos. Pensé en guardarla, pero luego recapacité y me cuestioné lo estúpido que sería mantener su cuerpo marchito en mi billetera, que sería el lugar más obvio donde la dejaría. Volví a mirarla pensando en que podía hacer por ella, no era casualidad, quizás era a paradójica suerte; fue en ese entonces cuando recobré mi maldito e inestable estado emocional. Recobré el vacío en el que me encontraba, pensando en lo inútil que podría llegar a sentirme si la inseguridad y desamor que siento me terminara por matar. Fue justo en ese momento cuando me preguntaba si de verdad me quería, si de verdad lo que pasamos fue real, si tal vez todo fue verdadero y de corazón; fue entonces cuando tome ese cuerpo verde y pequeño, lo miré y lo eché a la suerte…comencé a deshojarla…te quiero…mucho…poquito…NADA…

concluí.